DiVagaCiencIA

26.11.05

Concurso de Fotografía Científica SPIE-ITESM

Quedé en 2° lugar del concurso de fotografía científica SPIE-ITESM de este año con la siguiente foto:
Tomando la señal de salida de la cámara digital conectada a un televisor y enfocándola en su monitor se logra un proceso de retroalimentación recursivo en el cual la imagen final (espirales a partir del display de la cámara en este caso) es el resultado de las transformaciones inducidas a cada ciclo rotando y/o alejando la cámara del monitor, tal como se producen patrones auto-semejantes en la geometría fractal.

4.11.05

Apelando a la gordura

De entre todas las teorías científicas no hay alguna que sea tan ideológicamente incómoda como la evolución a partir de la selección natural. Por ejemplo, a pesar de que la mecánica cuántica va en contra del sentido común y de paradigmas filosóficos que el occidente carga desde la época de los griegos nadie ha intentado crear un movimiento pseudo-científico en contra de ella para acallarla, quizás porque sería evidentemente estúpido… a la luz de esta analogía, ¿por qué hay gente que no ve lo evidentemente estúpido que es intentar hacer una “ciencia de la creación”?

Que cada quien crea lo que quiera y profese la fe que le de la gana, lo que no puede hacerse es ignorar la evidencia contundente de que la selección natural es efectiva y que ha regulado la forma que tienen las especies que habitan el planeta, incluyéndonos a nosotros. Hay evidencia al por mayor de que el “diseño” de las especies vivas no es óptimo ni perfecto sino suficiente para pasar sus genes de generación en generación y de que cuando el entorno ha impuesto nuevas condiciones para ganarse la vida las adaptaciones parten de adaptaciones previas, por eso algunas extremidades se volvieron alas o aletas, por eso cargamos un inútil apéndice y dedos meñiques que raramente usamos (salvo para hurgarnos la nariz o los oídos), por eso hay tanta gente gorda… sí, nuestra gordura es una evidencia de la eficacia de la selección natural.

En la época en que nos ganábamos la vida como recolectores y cazadores los alimentos dulces y grasosos eran escasos y valiosos energéticamente, por lo cual la selección natural favoreció a aquellos que tuvieran avidez por conseguirlos y consumirlos… si comparamos las escalas de tiempo en que actúa la evolución y el tiempo que ha transcurrido desde esa entonces hasta nuestros días vemos que este no es más que un pestañeo, que adaptativamente seguimos siendo esos recolectores-cazadores, pero con la disponibilidad en la civilización moderna de tanta golosina, fritanga y comida chatarra ésa adaptación se vuelve en nuestra contra, estamos inadaptados a nuestro medio.

Literalmente contamos con evidencias de la increación de peso en nuestras carnes.

Why the bleep you didn't speak about evolution?


Hace poco estuvo en cartelera un documental de auto ayuda pseudo-científica new age llamado What the bleep do we know?... para una crítica responsable muy buena sobre él les recomiendo que busquen en Wikipedia. Puesto que no quiero deshacerme en injurias sobre los múltiples detalles ignominiosos de la peliculilla (en serio vean mejor la crítica de Wikipedia) voy a centrarme en un detallito que creo ninguna crítica que he visto ha abordado.

Gran parte del argumento de la bazofia (así me referiré a la peliculilla de hoy en adelante) descansa en que la realidad que nuestros cerebros conciben no es única haciendo extrapolaciones sobre la superposición de estados en los fenómenos cuánticos, poniendo al cerebro como un mecanismo de propósito general para percibir la realidad tal cual “es”…

Durante toda la maldita bazofia no escuché ni una mísera mención a la teoría de la evolución, ni siquiera para burlarse de ella. Un organismo tiene acceso a la realidad que le es suficiente para pasar sus genes de generación en generación y a pesar de lo únicos que somos cargamos todavía con gran parte de esa herencia, el “diseño” que tiene nuestro cerebro actual no es de propósito general sino que fue moldeado por la selección natural. Cuando aceptas esto resulta de esperarse que cuando observamos la realidad a una escala cuántica que no afectó directamente nuestro proceso evolutivo encontremos que es contra-intuitiva, mas no es motivo suficiente para subordinar una a la otra, como si toda nuestra realidad cotidiana tuviera que repensarse de forma cuántica puesto que son niveles de realidad distintos.

Si tan fascinados están los que alaban la bazofia con las ideas cuánticas les hago una pregunta… ¿por qué es que los efectos cuánticos acaban atenuándose, dando lugar a nuestras experiencias cotidianas apegadas a nuestra intuición? Esta realidad a la que quieren encontrarle desesperadamente salidas para levantar su autoestima, bajar de peso y dejar de drogarse es (adivinen) un efecto cuántico explotado primeramente por la evolución. Sorry… difamar a la ciencia así como así es literalmente jugar con fuego.

Ilustración tomada de Consciousness, an introduction de Susan Blackmore.

Sobre cómo fui seducido por el lado oscuro de la ciencia

Es difícil tener una idea clara de en donde se está metiendo uno cuando decide estudiar tal o cual cosa. Cuando uno es niño (y no tan niño) y se genera estereotipos de qué significa ser médico o policía o bombero o científico generalmente están bastante apartados de lo que realmente es dedicarse a esa profesión, uno nunca sabe hasta que choca con la realidad…

¿Qué atrae a alguien a dedicarse a la ciencia? ¿qué hay detrás de la pasión por aprehender la realidad? al menos una realidad supuesta. Inconscientemente cargamos con la idea, enraizada desde la cultura griega (véase Las vaguedades del lenguaje y La caída del velo de la trascendencia), de que existe una realidad objetiva categorizable, de que hay algo que hace a un fenómeno un “tipo” de fenómeno… ninguna ciencia encaja tan bien con este prejuicio cultural como la física, razón por la cual los científicos dedicados a las ciencias “duras”, las más objetivas, principalmente los físicos-matemáticos se han vuelto el estereotipo cultural por excelencia del científico.

Si le preguntas a alguien que piense en un científico famoso les apuesto que va a pensar en un físico (por no decir que va a pensar en Einstein)… esto se me hace sumamente injusto para otras disciplinas que para abrirse paso han tenido que cuestionar prejuicios culturales más espinosos que cargamos sobre la realidad, como la teoría evolutiva, la ciencia cognitiva y la inteligencia artificial (véanse TODOS mis demás posts).

La relación de la física y otras disciplinas con la masa iletrada es como la de unos hijos (las disciplinas) que se dedican a cosas que sus papás no entienden, y sus padres (la masa). La física es el hijo modelo que hace algo que encaja dentro de las expectativas de sus papás, mientras que las otras disciplinas son los hijos que se dedican a cosas que sus papás ni entienden ni encajan dentro de su concepción de la realidad, como si le dijeras a tus papás rancheros que vas a ser artista…

Mientras que la física puede ganarse a las masas porque es más digerible filosóficamente hablando (salvo quizás la mecánica cuántica, véase La caída del velo de la trascendencia), las demás disciplinas llegan a resultar inaccesibles desde cualquier punto de vista… como siempre he sentido una gran inclinación por la filosofía por eso decidí dejar la física, porque no representa un reto filosófico ni conceptual (de nuevo salvo la mecánica cuántica) al grado del que lo son la teoría evolutiva, la ciencia cognitiva, la IA y seguramente muchas otras disciplinas de las que ni tengo idea.

Si supieran lo subyugante que es este lado oscuro de la ciencia…

Las monerías de lo cautivo



¡Soy la herida y el cuchillo!
¡Soy la bofetada y la mejilla!
¡Soy los miembros y la rueda,
la víctima y el verdugo!

El verdugo de sí mismo, Charles Baudelaire

Entender los límites de acción de lo que llamamos naturaleza resulta complicado ya que al meter la mano en ella solemos sorprendernos más por encontrar aquello que no buscábamos. Cuando asistimos a lugares donde se exhiben animales en cautiverio con fines de entretenimiento, como zoológicos y circos, pocas veces nos damos cuenta de que el comportamiento animal que observamos, aparentemente aislado de nosotros mediante barrotes, puede decirnos mucho más sobre los seres humanos que sobre las criaturas en cuestión.

La teoría de la evolución ha enseñado a los científicos que la complejidad de la vida no tiene otro propósito más que el de adaptarse a las condiciones del medio para propagar patrones de información a través del tiempo, medido este generalmente en escalas que a los seres humanos nos resultan enormes: miles e incluso millones de años. Si pensamos en el tiempo que un circo o zoológico puede funcionar y lo comparamos con el evolutivo vemos que es para él menos de lo que un segundo a la vida de una persona. ¿Puede adaptarse una especie a un cambio de condiciones de vida tan repentino? La respuesta que los biólogos dan es negativa, principalmente porque al aislarla de su hábitat y proveerle lo necesario para conservarse viva se elimina la presión que la selección natural tendría sobre ella, quedando inutilizadas todas aquellas características que le obligó a desarrollar en el pasado.

Este fardo de instinto sin cauce que carga el animal cautivo salta a la vista mediante comportamientos ausentes en el estado salvaje que, de otra manera, pensaríamos son exclusivos del ser humano, como son la homosexualidad, la neurosis, el asesinato, la tendencia a la obesidad y la masturbación, que suelen variar dependiendo de la especie de que se trate.

¿Será posible que estos comportamientos aparezcan en nosotros debido a una especie de cautiverio? ¿Cuánto de nuestra humanidad debemos a la represión y desuso de nuestros instintos?

El zoólogo Desmond Morris ha sugerido respuestas a estas preguntas y concluye que, después de bajar de los árboles para convertirnos en cazadores y tener alrededor de un millón de años más para adaptarnos hasta llegar a ser homo sapiens, el cambio en nuestro estilo de vida que planteó el surgimiento de la agricultura y el posterior advenimiento de la civilización, fue tan brusco que estamos biológicamente inadaptados a ella.

El arraigo a la forma de vida, al trato social y afectivo, cálido y selectivo que requerían las tribus cazadoras y las cotidianas luchas de poder que suscitaban; la invasión de nuestro espacio por parte de miles de extraños; la inactividad física y las complejas relaciones de subordinación a las que el individuo se ve sometido –generalmente en su perjuicio- en las ciudades modernas o súper tribus; hacen que la gente desahogue toda su necesidad de estímulos en personas desconocidas o mediante comportamientos autodestructivos. En pocas palabras, en su planteamiento Morris adjudica a la civilización el papel de cautiverio.

¿Cómo es posible para una especie domarse así, tomar el látigo y amenazarse a sí misma? Muchos han pensado que hay algo de antinatural en el nacimiento de la civilización, el que en esa entonces la razón hubiese sido tan poderosa como para sacrificar las necesidades instintivas inmediatas de la mayoría en pos de un proyecto tan inaudito en términos tribales, sospechando que cierta especie de auto-represión venía ya arraigada en el cazador primitivo.

Tal fue la postura de Sigmund Freud quien identificó en el nacimiento de la conciencia moral –una entidad independiente inmersa en la estructura psíquica de los individuos- el elemento represor necesario para suprimir la satisfacción de ciertos instintos que en su necesidad de expresarse derivan en neurosis.

Llegando a este punto queda la cuestión de si podrá algún día la ciencia enjaular la conciencia moral para exhibirla junto a todas las fieras que antaño nos mantenían angustiados en las cuevas, como el trueno. Aunque tal parece que siempre habrán motivos para ser bofetada y mejilla. Habrá que cautivar los motivos… ¿no suena a poesía?

Gödel y la negación absoluta de la mierda


Un axioma es una verdad o principio fundamental que nos ayuda a entender el comportamiento de algo. Dentro de las matemáticas se hace una axiomatización cuando se da una traducción formal de las propiedades de entes abstractos, por ejemplo la codificación de silogismos que realizó Aristóteles al fundar la lógica y la codificación de las propiedades de puntos y líneas hecha por Euclides cuando fundó la geometría.

Hasta antes del siglo XIX se creía que las únicas matemáticas posibles eran aquellas que representaran fielmente la realidad, mas el descubrimiento de geometrías alternas a la euclidiana (igualmente válidas) así como el desarrollo de la teoría de conjuntos basada en la existencia de distintos tipos de infinitos y que planteaba múltiples paradojas (como que el conjunto de todos los conjuntos sea o no otro conjunto) orilló a los matemáticos a preocuparse por la solidez de sus teorías y por encontrar métodos de axiomatización libres de contradicciones.

La propuesta más importante en este sentido fue hecha a principios del siglo XX por Russell y Whitehead al escribir Principia Mathematica, el mayor intento hecho para derivar las matemáticas a partir de la lógica. Sin embargo nadie estaba seguro de si habían formas de construir paradojas utilizando sus métodos. Fue entonces que David Hilbert convocó a la comunidad de matemáticos de la época a demostrar que el sistema definido en Principia Mathematica era consistente (libre de contradicciones) y completo (que cada proposición verdadera de la teoría de los números podía ser derivada dentro del marco que planteaba) utilizando sus propios métodos, lo que implicaba un razonamiento circular: justificar un método de razonamiento basándose en el mismo método de razonamiento.

La solución fue dada en 1931 por Kurt Gödel al descubrir el teorema que lleva su nombre y que en pocas palabras dice que cualquier formulación axiomática consistente sobre teoría de los números incluye proposiciones indecidibles (que no son verdaderas ni falsas), lo que equivale a decir que para todo método de razonamiento sustentado en la lógica existirán verdades o mentiras indemostrables. Para llegar a esta conclusión Gödel construyó el equivalente numérico a la oración “esta oración es falsa” que siendo verdadera es falsa y viceversa, logrando que los números además de hablar de cantidades se refieran a otros números.

El teorema de Gödel tiene implicaciones filosóficas muy importantes, al estar basado en la auto-referencia hace pensar en la relación entre la conciencia y la verdad además de decirnos que por más rígidas y numerosas que sean las reglas propuestas para validar algo siempre existirán formas de escapar a ellas, tanto así que ni todo el poder de la lógica es suficiente para englobar la complejidad de los números enteros.

Llevado a nivel de la cultura, si se hace la analogía de la axiomatización con el dogmatismo existente en ciertos grupos sociales, la “negación absoluta de la mierda” como definiera Milan Kundera al kitsch, el hallazgo de Gödel nos sugiere que no existen creencias capaces de englobar la complejidad del ser humano.