DiVagaCiencIA

11.7.07

Determinismo y libertad

Uno de los miedos más enraizados en la intuición de las personas que desconocen de ciencia, e incluso entre aquellos obreros de la ciencia que sienten aversión por sus cuestiones filosóficas, es que a través de sus descubrimientos se revele que el curso de los acontecimientos que suceden al ser humano está determinado y que no hay libertad.

La versión más radical de la oposición del determinismo a la libertad, que lleva al extremo de pensar que sólo hay dos opciones para lo que nos acontece, que todo está determinado o que nada está determinado, lleva a un callejón sin salida: si todo está determinado esto incluye a tus pensamientos y lo que pienses sobre la libertad no tiene sentido, mas si nada está determinado lo que pienses sobre la libertad no tiene sentido porque nada tiene sentido.

Si asumimos que hay algún tipo de justo medio entre el determinismo y el indeterminismo, su asociación con la libertad sigue siendo problemática, porque es increíblemente complejo determinar dónde está la frontera que los separa, o si esa frontera es tajante o difusa. Imaginemos que creamos un modelo matemático de un fenómeno complejo, y que a la hora de probarlo encontramos casos en los que lleva a predicciones incorrectas. Mientras no tengamos una idea clara de cuál es el límite entre lo determinado y lo indeterminado del fenómeno que estudiamos, nunca sabremos si nuestros errores se deben a que hay variables determinísticas que nos faltó incluir en nuestro modelo o que ya nos encontramos en los terrenos del indeterminismo y no podemos exigirle más. Si seguimos oponiendo la libertad al determinismo, este ejemplo confirma que incluso asumiendo una posición no radical sobre este último siempre habrán casos en los que nuestra idea de la libertad carece de sentido.

La alternativa de incluir más y más variables a nuestros modelos resulta inviable, porque el tamaño del espacio de las posibilidades en el que tendríamos que buscar las predicciones correctas crece exponencialmente, tanto así que llegar a ellas sería prácticamente imposible.

Por su parte la asociación de la libertad con el indeterminismo puede llevar a conclusiones contra intuitivas, puesto que sería pavoroso que apareciese un ente completamente desligado del determinismo, capaz de violar las leyes de la física, auténticamente todopoderoso, puesto que son precisamente nuestras vulnerabilidades y restricciones compartidas las que le dan sentido a la moral. En este sentido el ideal de máxima libertad sería una abominación.

¿Qué concepto asociar u oponer a la libertad, si ya vimos que el determinismo no nos lleva a ningún lugar? Como la inteligencia, muchas veces podemos no saber qué las sustenta, mas para fines prácticos las atribuimos a la complejidad del comportamiento de un ente, en pocas palabras es otra etiqueta que asignamos a la complejidad, otra propiedad emergente.

Un ejemplo sencillo de propiedad emergente es la velocidad a la que corre un leopardo. Resulta ridículo pensar que el valor numérico de dicha velocidad se encuentra de alguna forma codificado en su cuerpo, como si fuera una variable en una computadora a la que cambiándole el valor el animal correría más lento o más rápido. Es obvio que dicho valor numérico es el producto final de un sinfín de interacciones complejas en el cuerpo del leopardo y que es a través de estas interacciones que puede justificarse.

Pensar a la libertad como propiedad emergente implica dejar de hacer abstracciones en las que inconscientemente se asume que lo que identificamos como libertad está platónicamente determinado o codificado, y abocarse al estudio de la complejidad de los organismos.