DiVagaCiencIA

16.3.06

La profecía de ser quien eres

Cada que veo la trilogía de Matrix, sobre todo al analizar las líneas de diálogo entre Neo y la Pitonisa y el arquitecto, me queda más fija la certeza de que no había algo especial que calificara a Neo para ser el elegido, es decir que no fue el elegido por ser Neo sino por darse cuenta de que se necesitaba un elegido para salvar a Morfeo y a Trinity –ah, y a la humanidad. En pocas palabras es un bonito ejemplo de una profecía autocumplida.

Lo que sospecho ahora es que decir “profecía autocumplida” es un pleonasmo, tal como lo confirman las tragedias griegas. ¿Por qué es que en todas las religiones las llegadas de mesías se cumplen precisamente en la cultura que dio origen a la profecía? (Las únicas excepciones a la regla que conozco parecen ser las búsquedas de niños “dotados” que llegan a realizar más allá del Tíbet los budistas tibetanos). Imaginemos el siguiente oráculo: “se vaticina la llegada del salvador de la charrería, quien hará del mundo entero el reino de los charros.” ¿Alguien me creería si le dijera que tengo la certeza de que tal salvador es un violinista ruso parapléjico? Obviamente nadie.

Cuando se espera la llegada del cartero da igual que se llame Juan o Pedro, mas se supone que posea las cualidades para desempeñarse como cartero y se nos haría difícil esperar que viniera desde Rusia… es decir cuando se espera un rol la identidad viene sobrando. El caso curioso aparece cuando no tenemos claro qué cualidades califican a alguien para desempeñar un rol, como por ejemplo el rol de “hijo de Dios” o “elegido” o, para no ir tan lejos y sí a donde quiero llegar, del propio “yo”.

Así como Neo fue el elegido por asumir el rol para salvar a quienes amaba, así como Edipo mató a su padre por asumir la inminencia del cumplimiento de una profecía, pienso que todos tenemos identidad no porque exista una esencia del ser quienes somos, sino por asumir un rol, por asumirnos, por ser personajes de la estructura narrativa que nos gusta atribuir a la realidad y en la que descansa nuestra conciencia (véase A bluffing mind). Aquellos que en algún momento de su vida intentan apartarse de todo para conocerse a sí mismos llegan al mismo absurdo de que sin rol que asumir simplemente no existen. La identidad es un efecto, no una causa… elegidos sean (jajajajaja).


11.3.06

A bluffing mind

Hablando de Dennett, dentro de sus hipótesis en torno a la conciencia una de las principales es que la experiencia consciente está sustentada en atribuir a la realidad una estructura narrativa, que ser consciente es ser autor de ficciones y que este proceso creativo se da independientemente de la veracidad de dichas ficciones… en pocas palabras que en nuestras mentes el que haya ficción es más elemental que el que haya veracidad.

Esto explica por qué una novela o película puede ser muy buena y al mismo tiempo estar plagada de mentiras. Ignorando los casos en que se mienta con el propósito principal de ocultar una verdad, los más interesantes son quizás aquellos en que se sacrifica la verdad con el fin de hacer a una historia más atractiva o más narrable. El problema aparece cuando tratan de hacerse narrables experiencias claramente inenarrables como son las labores intelectuales, tal es así que los retratos cinematográficos del quehacer científico a los verdaderos científicos muchas veces acaban causándoles risa.

Un ejemplo clarísimo es la película “A Beautiful Mind.” Sin contar con que la comunidad psiquiátrica coincidió en calificarla como un mal retrato de la esquizofrenia, la construcción del personaje de Nash se sustentó en la representación de la “pasión” del genio, enfrentando el problema de cómo hacer narrable una pasión tan inaccesible a la mayoría de las personas, por lo que acabó cayéndose en algo que a quienes tenemos una noción del significado de dicha pasión nos parece una mala caricatura.

Me acuerdo que Rockdrigo Salmón y yo solíamos jugar a que cada que llegábamos a un salón de clases y encontrábamos a gente de la clase anterior nos poníamos a platicar en voz alta y a rayar el pizarrón inventando tarugadas atiborradas de falsos tecnicismos, así como: “pienso que la hipervarianza fractalo integral de tus cálculos tiene error de orden theta…” que para quien no entendía podría parecerle fumado-apantallador. Si ya entendieron de qué hablo entonces coincidirán también en que este tipo de “blofeo” (entiéndase por el engaño –bluff- en el poker, perdón por el pocheo) es sobre el que los guionistas suelen construir a los personajes de películas.

Algunos dirán que soy un purista, que en realidad estos detalles son irrelevantes para contar una buena historia, lo que a mí me preocupa es que a diferencia de que el hacer un mal retrato de la labor de un bombero probablemente no influya en que los verdaderos bomberos cambien su forma de trabajar puesto que no depende de cómo se narre, cuando se intenta retratar la labor de alguien que se dedique a estudiar entes abstractos -como la conciencia- el cómo hacerla narrable influye en la misma labor. Como lo señala Dennett la conciencia es uno de esos fenómenos que dependen de la idea que se tiene de ellos.

Nada más para mostrar el extremo al que se puede llegar en pos de una narración les pongo de ejemplo la escena de “A Beautiful Mind” en donde se muestra cómo el protagonista llega a la idea de lo que se llamaría en su honor “equilibrio de Nash.” En teoría de juegos se dice que hay un equilibrio de Nash cuando para cualquier competidor el cambiar de estrategia sólo le da peores resultados.

En el caso de la película se tiene el problema de cortejar a un grupo de mujeres entre las que se encuentra una rubia atractiva, por lo que Nash llega a la idea de que ignorándola todos incrementan sus posibilidades de quedarse con una de las demás, mientras que si todos se fueran sobre la rubia muy probablemente los rechazaría a todos y las demás no los pelarían. Siendo las dos posibles estrategias 1. llegarle a la rubia y 2. no llegarle a la rubia, si todos acuerdan en la segunda existe la posibilidad de que si alguien traiciona a los demás y corteja a la rubia esto puede darle mayores ganancias, por lo que el acordar en no cortejarla no es un equilibrio de Nash…

5.3.06

El eudemonismo es un eufemismo

¿Eres feliz? ¿Cómo sabes? ¿Cómo puede compararse tu “felicidad” con la de alguien más?

Responder estas preguntas es sumamente difícil, en lo personal creo que son preguntas tan sin sentido como cuestionarse sobre la existencia de Dios y sobre cómo saber si existe, y qué implica en todo caso que existiera… he aquí por qué llego a esta conclusión:

Independientemente de lo que pase en tu vida jamás sabrás si hubieras obtenido mayor satisfacción de alguna otra forma, y curiosamente entre más te preguntes si eres feliz más probable es que caigas víctima de este estado de angustia del “hubiera”… de hecho es precisamente este potencialmente inagotable estado de insatisfacción el que define al sufrimiento dentro del budismo. En pocas palabras: si no hay forma de saber si en otras circunstancias hubieras sido más feliz, independientemente de lo que hagas tu infelicidad es potencialmente infinita.

Por el otro lado, siempre encontrarás personas cuyas desgracias serán mayores que las que piensas son tus desgracias, lo que significa que si quisieras construir una “escala de la felicidad” yendo de cero a infinito siempre estarás infinitamente lejos de la máxima felicidad alcanzable y siempre habrá alguien más infeliz que tú… ¿para qué perseguir la felicidad entonces? Revisemos cuales supuestos implícitos llevan a la última conclusión:

· La felicidad es conmensurable.

· La felicidad es proporcional a la satisfacción.

· A mayores desgracias, menor felicidad.

Si alguno de estos supuestos es falso -que es lo más probable- ¿para qué diablos hablar de felicidad? ¿Para qué diablos compararla y perseguirla, si no sabemos siquiera qué significa? Hay un sistema filosófico llamado eudemonismo que postula como fin ético la felicidad de los individuos. Después de lo que he expuesto queda clarísimo por qué aquel demonio teutón llamado Arthur Schopenhauer escribió alguna vez que el eudemonismo es un eufemismo

La felicidad vive entre nosotros no por ser definible y delimitable, sino porque acordamos en buscarla (véase En acuerdo categórico); se repite entonces el patrón memético de que algo se propaga a expensas del ser humano independientemente de si lo beneficia o no (véase Merry Kitschmas!).

El único estado que me atrevería a llamar MI felicidad es la conformidad absoluta con todo, en lugar de tomarla como el deber ser de lo que me acontece, estar abierto a lo posible independientemente de lo que sea. En pocas palabras dejar de buscar la felicidad y comenzar a vivir…

Esto me recuerda al colmo platónico de quedar tan abstraído en conocerse a uno mismo al grado de olvidarse de uno mismo (jajajajaja).

¿Por qué hablé en un principio de la existencia de Dios? Porque en mi opnión Dios es el deseo de alcanzar lo inalcanzable: unificación de la totalidad, compañía en la soledad, protección en la invalidez, algo en la nada, y como tal se gana la vida por maltrecho que esté, adquiriendo poder de la impotencia… ¿será capaz de promoverla en pos de su supervivencia?

Les dejo de tarea que aten los cabos sueltos…