DiVagaCiencIA

27.10.07

La solaz del ateo

Tengo nuevo blog, que será medio incendiario (qué se le va a hacer):

10.10.07

El fin de la humanidad

Muchos teóricos especulan sobre el futuro evolutivo de la especie humana, sobre si la selección natural sigue afectándonos y en todo caso los posibles cambios fisiológicos que sufriremos como especie. Por otra parte hay otro grupo de personas que piensan que la selección natural no podrá tener un efecto significativo en nuestra biología en el futuro, puesto que recordando el hecho de que el motor de la evolución son las ventajas reproductivas que cierta característica genética le da a un individuo, en el ser humano el éxito reproductivo de una persona ya no está necesariamente ligado a sus características genéticas, sino que puede darse a pesar de ellas. Tampoco podría decirse que una mejor posición económica o nivel de vida garantizan el tener una mayor progenie, y con ello ser una marca distintiva del efecto de la selección natural, puesto que los índices de natalidad más altos se dan en los países más pobres. ¿Qué sucederá entonces con nuestra especie?

Para contar mi idea de lo que va a pasar –si no es que ya está pasando- me voy a guiar por una hipótesis que explica cómo es que el que se originara la vida en nuestro planeta fuera más probable de lo que los escépticos suelen pensar. La hipótesis de Cairns-Smith consiste en que bajo el caldo primitivo que contenía a los ingredientes orgánicos que eventualmente dieron origen a la vida, existió una competencia entre cristales de arcilla. Los cristales de arcilla son estructuras periódicas que suelen ir acumulándose en capas sobre la superficie en que se originan. Lo que Cairns-Smith propone es que la composición de ciertos cristales les daba la capacidad de crecer por encima de otros, dándose un proceso de selección de estas estructuras y con ello un proceso evolutivo.

Aquellos cristales cuya estructura les diera la capacidad para aprovecharse de los componentes del caldo para pasar por encima de otros se verían beneficiados por la selección, dando origen a una escalada de complejidad en la interacción con el caldo que lo modificó tanto al grado de que los componentes de los que más se beneficiaban los cristales fueron aquellos que empezaron a adquirir la capacidad de reproducirse, iniciándose la vida orgánica y con ella el proceso evolutivo que originó a las especies. Fue como si en el proceso de construcción de un edificio los andamios necesarios para hacerlo se fueran volviendo tan complejos que se convirtieran en un edificio por su cuenta.

Mi idea de lo que va a pasar con el ser humano es que estamos sustentando la escalada de complejidad de algo que eventualmente adquirirá la capacidad para reproducirse por su cuenta, si no es que ya lo hace: la cultura. Las casas editoriales y disqueras conocen bien que una vez que se alcanza cierta masa crítica de ventas de un libro o disco se garantiza su consumo debido al fenómeno del “best seller”, y por tanto que encontrarás a mucha gente consumiendo lo mismo por el hecho de que se vende mucho, aunque no tengan idea realmente de por qué se vendió tanto en un inicio, o si existe alguna alternativa que merecería estar en esa posición privilegiada de atención. Es como si muchas personas tuvieran la necesidad de sentir que están consumiendo algo que la popularidad les sugiere que es significativo, sin entender muchas veces ése significado, al grado de no darse cuenta que dicho significado en ocasiones ni siquiera existe. Es lo que está detrás del repugnante esnobismo y a lo que Milán Kundera llamaba la negación absoluta de la mierda (véanse Merry Kitschmas! Y En acuerdo categórico).

Un ejemplo similar es el que se ha dado con el fenómeno de la fridamanía. No es que cuestione, como pintor imberbe que soy, el significado de la obra de Frida Kahlo, sino que no se me hace justo que ante los ojos de la inmensa mayoría su pintura adquiera el estatus y consideración que ha adquirido, cuando existe un gran número de pintoras y pintores que han contribuido de forma más significativa al arte mexicano. Frida no aportó a la pintura mas que la evidencia de su sufrimiento y de su carácter folclórico que tanto le gusta a los patrioteros amantes de la cortina de nopal, pero darle el estatus que la opinión pública le está dando es como el subir a una tehuana a un escenario a cortarse las venas y decir que su arte está a la altura del de las más reconocidas bailarinas clásicas.

El culto irracional a la cultura -valga el pleonasmo- sin mentalidad crítica, como se ha dado tanto en estos tiempos posmodernistas, lo único que garantiza es el redefinir al ser humano como el medio que ocupa la cultura para replicarse. El día que el mundo se llene de esnobs… ¿podremos declarar el fin de la humanidad?