DiVagaCiencIA

1.5.06

Lo debido y lo posible

¿Es prioritario para la vida construir un modelo coherente de la realidad? Más que obtener conocimiento verídico lo que resulta inmediatamente necesario para un organismo es realizar las inferencias sobre su entorno -sobre lo posible- que le permitan salvar su pellejo y reproducirse y, dependiendo de las capacidades con las que la evolución lo dotó, de las regularidades encontradas en esas inferencias es de donde surge su versión de la realidad y con ella su verdad. En pocas palabras más que saber si algo es real o verdadero a la vida lo que le importa primero es qué se puede inferir, qué es posible.

Una forma rápida de hacer inferencias sobre fenómenos complejos (y en ocasiones no tan complejos) que no podemos o no queremos detenernos a analizar a detalle es atribuirles fines o intenciones (véase Cuestión de enfoques). Si bien en muchas ocasiones esta argucia rinde buenos frutos hay otras tantas en las que no.

Una mente que vive inconscientemente prodigando fines e intenciones, tomando este enfoque no como argucia sino como única forma de interactuar con el entorno, se convierte en lo que llamo una “máquina de fatalidad perpetua”, ya que una realidad sujeta exclusivamente a la intención y creaciones de entes sólo puede adquirir unidad a través de la culpa.

Por ejemplo, supongamos que soy un agricultor que vive intentando predecir el clima a largo plazo pensando en que está sujeto a la voluntad de un ente. Ya que es muy factible que me equivoque en más de una ocasión, y generalmente muy en mi perjuicio, mis errores se vuelven en mi mente atribuciones de culpa ya sea a mí mismo, caso en el que hago entendible la actitud del ente como castigo ante mi trasgresión de un deber, o culpa hacia el ente trasgresor del mismo. Como resultado aparece un universo regido por una caprichosa moral: lo debido subordina a lo posible.

Curiosamente si considerara mi enfoque del problema como una hipótesis el que me equivocara podría hacerme pensar en sustituirla por otra, pero al achacar mi error a la culpa lo único que hago es reforzar mi hábito de atribuir fines e intenciones. Si recordamos que científicamente hablando el clima es un fenómeno caótico, que es virtualmente imposible realizar predicciones de él a largo plazo, queda claro cómo al atribuirlo a una voluntad introduzco (cual pecado original) la fatalidad al mundo: abro las puertas a considerarme infinitamente culpable, quedando potencialmente a merced del vil aleteo de una mariposa antípoda.