DiVagaCiencIA

3.3.07

Pimp my species

El otro día escuché en la radio a don Pedro Ferriz hablar acerca de los límites explicativos de la teoría evolutiva, queriendo hacer pasar por divulgación científica responsable su mala información, sacando a colación el trillado -y ya echado por tierra- argumento creacionista de que la evolución no puede sustentar la complejidad de los organismos ni las transiciones adaptativas que dan origen a nuevas especies, sólo que ahora adjudicando el inexplicativo papel de deus ex machina a extraterrestres.

Después de escucharlo, me puse a pensar en una forma simple para explicarle a alguien cómo es que la evolución sí puede sustentar el origen de las especies y el incremento de complejidad en los organismos, y creo que consiste en mostrar una analogía simple del por qué el proyectar en la naturaleza la forma como los seres humanos suelen diseñar cosas lleva efectivamente a la conclusión errónea de que no pueden generarse nuevas especies a partir de otras sin echarlas a perder.

Tanto las creaciones humanas como los organismos pueden verse como artefactos que cuentan con múltiples subsistemas para funcionar adecuadamente. Para que las creaciones humanas funcionen dichos subsistemas suelen tener que estar aislados entre sí, como por ejemplo el sistema de lubricación y el eléctrico de un automóvil, mientras que la maravilla de los organismos es que el funcionamiento de sus subsistemas está tan enmarañado que una cosa cumple múltiples funciones a la vez. Siguiendo con la analogía automotriz, supongamos que nos pidieran hacer una copia de un auto de una marca y modelo conocidos, sólo que sin radiador… ¿qué es más práctico, C) que nos dieran los planos de diseño completos para hacer las modificaciones en ellos y construirlo partiendo desde cero, o E) que nos dieran un auto ya construido para modificarlo?

Pensar que es imposible cumplir con el encargo modificando el auto, puesto que consiste en quitarle un subsistema sin el cual no funcionaría, es equivalente a decir que una especie no puede adaptarse para dar origen a otra con subsistemas diferentes. El meollo de la modificación es que tienen que adaptarse subsistemas que cumplen ciertas funciones para cubrir la del sistema que está quitándose, por lo que habrían algunos que cumplirían funciones múltiples. En el caso del radiador sería posible quizá modificar la carrocería de forma que se aproveche más el flujo del aire para enfriar el motor, como funciona en los vochos, o quizá utilizar la misma carrocería como disipadora de calor, como en los circuitos electrónicos.

Un vez que nuestro cliente recibiera el auto, ¿tendría forma de saber que le estamos dando un auto modificado? Muy probablemente. Alguien con experiencia podría mostrarle las señas que indican las modificaciones. Lo interesante es que en los organismos abundan las señas que indican adaptaciones, que no se partió desde cero al momento de originar su especie. Un ejemplo en los seres humanos es el apéndice, que juega el papel que jugaría en nuestro encargo el haber dejado el radiador instalado, aunque ya no cumpla alguna función (salvo ocupar espacio).

Lo fascinante de la evolución consiste en que no se necesita un “enchulador” inteligente para hacer las modificaciones que dan origen a nuevas especies, sino muchos intentos regulados por la selección natural.