DiVagaCiencIA

30.4.06

¿Dónde están los chícharos de la memética?

Hay especulaciones científicas que tienen la mala suerte de volverse tan populares, de ser tan psicológicamente atractivas, que independientemente de si en el futuro llegan a volverse ciencia se cuelan en el vocabulario de la sociedad y la delimitación de su significado llega a relajarse tanto que acaba por decir poco.

Un ejemplo clarísimo fue cuando Kuhn puso de moda la palabra “paradigma”, que en un inicio estaba enfocada exclusivamente a la descripción de la forma en que una comunidad científica entiende su campo de estudios, las entidades que lo conforman (su ontología) y cómo representar e interactuar con dichas entidades; mas de repente medio mundo empezó a ver paradigmas hasta en la sopa al grado de que cuando alguien pronuncia la palabra no queda claro a qué se refiere.

Desgraciadamente esto mismo está sucediendo con la memética. De todas las personas que hablan sobre memes (véanse ContágiaME MEtáforas y Merry Kitschmas!) pocos tienen alguna noción de los límites conceptuales de esta peligrosa idea, lo que se debe a que realmente no se tiene una definición más o menos objetiva en la que la comunidad de científicos que la aceptan coincida.

La idea de que la evolución es un proceso natural que además de darse en la biología se da también en la cultura no es nueva, las primeras interpretaciones evolutivas de la cultura empezaron poco después de que Darwin presentó su teoría (como ejemplo tenemos el trabajo de Spencer). Más o menos al mismo tiempo de que Dawkins creó la idea del meme había gente que se dedicaba a utilizar métodos de genética de poblaciones en estudios antropológicos… ¿Qué tiene de especial entonces la propuesta de Dawkins?

Lo interesante de la propuesta de Dawkins es que introdujo la idea de que existen unidades de herencia culturales sobre las que se sustenta la evolución de la cultura, como una extensión de la idea de los replicadores egoístas como motores de procesos evolutivos en general, a lo que también se llama darwinismo universal (véanse La guerra que nos mueve y El otro creacionismo). No mucha gente se sintió halagada con este retrato de la cultura, por considerarlo reduccionista, sobre todo aquellos que trabajan en el campo de las “humanidades” y que ven en la memética una sobre simplificación del ser humano y a sus proponentes como una horda de “outsiders” iletrados que quieren comerles el mandado.

Dentro de las críticas serias quizás las más importantes sean las de los antropólogos, que ante la indefinición de la memética dan a entender que, a menos que se delimite adecuadamente la idea de “replicador cultural”, dicha indefinición hace patente que no se ha descubierto ningún hilo negro, que la memética no es más que otra ideología y que a la hora de la práctica sus métodos acabarían reduciéndose a los de la antropología.

El problema de raíz que tiene estancada a la memética es que no parece haber una definición objetiva, con condiciones suficientes y necesarias, de lo que llamamos “cultura” como para decir que podemos encontrar las unidades a través de las cuales se hereda. Si uno trata de hacer el paralelismo con la biología, los genes (genotipo) residentes físicamente en el ADN son quienes codifican a un organismo como nos lo encontramos en la naturaleza, con la fisiología que lo caracteriza (su fenotipo)… ¿dónde residen físicamente los memes?

Todos los teóricos han coincidido en asumir que los memes residen de alguna forma en el cerebro, esperando a que los avances de la neurociencia confirmen algún día esta hipótesis y dando origen al campo llamado “Darwinismo neural”, en el que se cree ya hay suficiente evidencia experimental para entender cómo es que pueden darse procesos de replicación de estructuras neuronales en capas de la corteza cerebral. Sin embargo decir que algo identificable físicamente en el cerebro codifica a algo externo perteneciente a la experiencia humana es remitirnos al eterno problema (algunos dirán EL PROBLEMA) filosófico de la relación mente-cuerpo, al que por cierto pocos de los teóricos de la memética llegan siquiera a mencionar aunque en sus propuestas acaben adoptando una posición frente a él. Con esto se llega al paralelismo de que la dualidad mente – cuerpo es el equivalente memético de la dualidad genotipo – fenotipo.

La primera evidencia experimental de la transmisión de unidades de herencia y por tanto de la validez de la dualidad genotipo – fenotipo fueron los célebres experimentos con chícharos que realizó Mendel. Es justamente una evidencia experimental de este tipo pero en torno a la relación mente – cuerpo lo que daría el indiscutible estatus de ciencia a la memética más allá de mera especulación, con lo que podría por fin empezar a hacerse memética en lugar de sólo seguir hablando de ella, como lo diría Hull.

Todo lo anterior indica que la ciencia cognitiva será crucial para la fundación de la memética. La sospecha que tengo es que la necesidad es mutua, que el entendimiento de la relación mente-cuerpo requiere de ideas sintéticas sobre sistemas complejos de tal poder que solamente el darwinismo puede proveer, como no se cansa en señalar Dennett.

Mientras se trabaja en encontrar los chícharos de la memética (trabajo del que espero formar parte, si no es que ya formo parte), desde el punto de vista filosófico la memética tiene suficientes razones de ser. Como forma de entender a la humanidad es única ya que propone que el motor de los cambios en las sociedades humanas no es muy distinto al que mantiene a la vida sobre este planeta, que estamos más emparentados a las necesidades de la vida de lo que creemos, que incluso dedicarse a envenenar la mente de las personas en contra de la vida -como lo han hecho muchas tradiciones religiosas- es a su vez otra forma de vida, puesto que eso que llamamos cultura es capaz de ver por sí mismo con o sin nuestro beneficio de por medio.