DiVagaCiencIA

3.1.06

El otro creacionismo

“Amo al que quiere superarse creando y así se encamina a su ocaso”

Así Hablaba Zaratustra, Federico Nietzsche.

¿Habrá algún día una confirmación absoluta de la veracidad de la selección natural? Como ya lo he mencionado anteriormente (véase Sobre cómo fui seducido por el lado oscuro de la ciencia) la sociedad tiene estereotipada la labor científica como aquella que realiza la física en la cual todas sus verdades objetivas tienen comprobaciones experimentales reproducibles y simbolizables, y paradójicamente juzga a toda la ciencia con el enfoque físico (véase Cuestión de enfoques), por lo que en este paradigma voltea a ver a la teoría evolutiva esperando pruebas similares que no pueden ser obtenidas debido a múltiples razones, de entre las cuales se destacan:

  • El grado de complejidad implicado en intentar llegar a “demostraciones” en biología es lo que precisamente justifica el que exista como disciplina además de la física, porque si pudiera entenderse la vida en términos enteramente físicos la biología no tendría razón de ser… esta complejidad aparece no solamente por la intrincada estructura molecular de los sistemas vivos sino además por efectos genéticos no lineales (el acoplamiento de las partes es más que las partes por separado, espistásis).
  • No hay acceso a registros fósiles completos del devenir de las especies.
  • Mientras no se violen las leyes de la física y un organismo pueda sobrevivir para pasar sus genes los accidentes, coincidencias y efectos evolutivos secundarios y anómalos (como la llamada “deriva genética”) pueden suceder, lo que no deja de hacer efectiva a la selección natural como mecanismo regulador y explotador de características útiles independientemente de cómo aparecieron.

¿Cómo reivindicar la concepción social de la teoría evolutiva? Lo que es seguro es que va a haber gente que nunca aceptará a la selección natural puesto que va en contra de sus convicciones religiosas, en la misma forma en que nunca reconocerá los logros de la inteligencia artificial como algo tan real como su propia inteligencia (véase ¿Qué es la inteligencia artificial?). Ante esta postura los filósofos de la IA remarcaron que la postura “fuerte” de su disciplina no consiste en tratar de igualar a una inteligencia natural de la cual no tenemos pruebas ni definiciones objetivas sino en la premisa de que todo tipo de inteligencia es artificial per se.

Mi propuesta es que igualmente es posible una “teoría evolutiva fuerte” en donde lo importante no es demostrar si ciertos seres naturales fueron creados por la selección natural sino que todo proceso creativo es evolutivo per se, es decir tomarla más que como principio explicativo como un principio creativo. Esto es una variante de lo que Daniel Dennett llama el “darwinismo universal”.

Dentro de la IA esta postura está representada por el fecundo campo (al que me dedico) de la computación evolutiva (véase ContágiaME MEtáforas), donde se generan procesos evolutivos para explorar espacios de búsqueda con el fin de resolver problemas de diseño y optimización, obteniendo resultados sorprendentes que muchas veces a un ser humano le serían difíciles de encontrar. Al mismo tiempo hay teorías de ciencia cognitiva que explican la forma en que los seres humanos aprendemos y resolvemos problemas que se apoyan en modelos de tipo evolutivo, como son los sistemas adaptables de clasificadores.

Este principio creacionista nos revela cómo el arte le queda a los científicos a la vuelta de la esquina… auguro que el día que la sociedad sea capaz de apreciar este arte sin precedentes entraremos en una clase de nuevo renacimiento.

¿Qué tipo de arte sería aquel que no se presenta como paliativo de la realidad, sino como su aprehensión, por cruel y despiadada y sin miramientos que sea, como es la naturaleza, sin deus ex machina?

Bienvenidos a la tragedia.